GAM n° 31: El “Selfie” como parte de un relato mayor: la integración y la autoreferencia

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Por Francisco Islas

Desde aquella lejana primera fotografía de 1826 (Vista desde la ventana en Le Gras, de  Nicéphore Niepce), la evolución de esta técnica para reproducir la realidad observada ha tenido un desarrollo no exento de dificultades. Las primeras aproximaciones científicas, su popularización en el siglo XX, el desarrollo de una importante industria global de las primeras cámaras fotográficas al mando de la otrora poderosa Kodak, su desaparición hace tan sólo algunos años y la reciente digitalización de todo el proceso (captura, reproducción y difusión). Actualmente, hasta la máquina fotográfica ha perdido vitalidad dando paso al smarphone y tablets como instrumentos de registro, todo ello en menos de 10 años como señales claras de su evolución.

Hoy la fotografía mantiene su misma condición original: capturar y detener en el tiempo un momento particular y si  bien las nuevas tecnologías han provocado algunos cambios sobre todo en la forma de registro y los soportes de conservación, es indudable que una de las transformaciones más interesantes está a nivel de comportamiento, en la forma en que las personas nos vinculamos con la imagen.

Susan Sontag una de las más célebres fotógrafos contemporáneas, estudiosa y escritora, manifestaba hace algún tiempo en el libro “Sobre la Fotografía” que: “aprendemos a vernos fotográficamente”, y luego respecto del uso colectivo de la fotografía señalaba: “recientemente la fotografía se ha transformado en una diversión casi tan cultivada como el sexo o el baile, lo cual significa que la fotografía, como toda forma artística  de masas, no es cultivada como tal como la mayoría. Es sobre todo un rito social, una protección contra la ansiedad y un instrumento de poder”.

Tomando las reflexiones de S. Sontag en relación al uso social y los ritos es posible hacer un perfecto correlato con el fuerte desarrollo de Redes Sociales Digitales donde la fotografía es protagonista principal en plataformas muy exitosas y en franco crecimiento como Pinterest e Instagram. Sin embargo, es necesario señalar que no hay Red Social Digital que no considere a la fotografía como factor constitutivo de su operativa: Twitter, Facebook e incluso WhatsApp, entre otras.

Respecto de estas Redes Sociales Digitales una de las más recientes nuevas formas de comportamiento está relacionada con la Rede Instagram (centrada en la fotografía y los filtros), y en ella la nueva experiencia denominada “hacerse un Selfie”.

Una Selfie es una fotografía autorretrato, por lo general tomado con el brazo extendido con una cámara digital de mano o smartphone por el protagonista. Esta nueva expresión fotográfica se ha popularizado y extendido entre artistas, políticos, deportistas, compañeros de trabajo, estudiantes, amigas y amigos que no pierden oportunidad para “registarse” e inmortalizar momentos.

En una sociedad en que la imagen y la fotografía cobran dimensiones insospechadas, una especie de nueva realidad de las imágenes, ellas no son sólo el reflejo sino también testigos del ser individual, del ser social. Una Selfie es simplemente un autoretrato, una autoreferencia con dos dimensiones.

 El autoretrato

Si bien no era imposible, pareciera que para un autoretrato fotográfico necesitábamos de otro, de un tercero que registraba nuestra humanidad, un fotógrafo, un familiar. Hoy este tercero queda marginado del acto y es el mismo individuo que se registra, en privado, sin mediar la mirada o perspectiva de otra persona. Si la imagen obtenida no nos agrada, simple, se elimina. Esta opción de borrar hace de la Selfie una permanente búsqueda de la mejor autopercepción icónica.

Tener este estado de iconicidad es un tanto obligatorio en una sociedad donde la fotografía nos representa, nos hace evidentes e incluso es necesaria para tener un perfil adecuado en las Redes Sociales Digitales, un universo no físico, más bien simbólico del que muchos quieren formar parte. Un autoretrato en la pintura ha sido considerado como uno de los ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista por incluir el escrutarse el rostro y conocerse hasta tal punto que la expresión que tenga en ese momento se traduzca en el dibujo o la pintura que aborda. En épocas pictóricas como el barroco o el renacimiento, una de las costumbres era que el artista se autorretratara dentro de un gran cuadro para dar cuenta de su autoría o para dar a entender sus intenciones, como lo hizo Velázquez en “Las Meninas”. Hoy desaparecida esta forma de representación es la fotografía, un Selfie, la que viene a extender esa misma finalidad trascendente de la identidad.

 El “Selfie” como parte de un relato mayor: la integración

Selfie del Papa

Una Selfie es por otra parte un signo de inclusión, de sumarse a una forma de manifestarse públicamente como los “famosos en sus eventos o encuentros privados y públicos”. Uno de los hechos más significativos al respecto y que ha provocado una avalancha de Selfies en Instagram y otras Redes Sociales Digitales ocurrió en la pasada entrega de los Premios Oscar. En la oportunidad, una marca de artículos tecnológicos planeó ganar presencia publicitaria mediante la acción de una actriz Ellen DeGeneres, quién tomo una Selfie junto a destacados actores y actrices durante el desarrollo del evento. Este Selfie fue visto por 43 millones de personas y su valorización publicitaria alcanzó los mil millones de dólares. Al día siguiente y durante varias semanas este Selfie ha sido replicado en todo el mundo por cientos de miles de personas quienes en sus oficinas, lugares de trabajo, salas de clases y demás espacios se han sumado, han imitado, se han sentido parte de una expresión global de comportamientos.

Una Selfie por tanto deja de ser una fotografía ingenua, ella es un signo que forma parte de un entramado mayor de simbolizaciones que la cultura genera por las Redes Sociales Digitales, las nuevas tecnologías en fotografía y las personas.

Una Selfie, muchas selfie han sido noticia, eso parece ser hoy una señal  que merece ser considerada.



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