GAM n° 26: Encuesta nacional de TV 2011: ¿NACE UN NUEVO TELEVIDENTE EN CHILE?

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Por Pedro Santander Molina.

Informe GAM n° 26.

Como ya es tradición, el Consejo Nacional de Televisión (CNTV), a través de su Departamento de Estudio, presentó los resultados de su Encuesta Nacional de Televisión (ENTV), que va por la séptima versión. Se trata de una iniciativa que comienza con la vuelta a la democracia en nuestro país (1993) y que, en concordancia con ese hecho político, da mucha y valiosa información para conocer más y de manera más transparente, una serie de dinámicas entre el medio televisivo y la audiencia chilena.

Es importante señalar que esta iniciativa se ha mantenido en el tiempo, y,  a pesar del paso de cinco gobiernos, tanto de la Concertación como de la Alianza, la ENTV se sigue aplicando y presentando públicamente, convirtiéndose de este modo en parte de una política del Estado, en relación con lo comunicacional.

Así las cosas, la ENTV se ha consolidado con los años, extendiendo su aplicación a las regiones del país (desde Arica a Punta Arenas) y aumentando su muestra al doble desde el año 2008, lo que implica mayor trabajo y mayor costo. Desde 2005 aumentó también la edad de los encuestados, de 16 a 80 años (antes era de 16 a 65 años). Desde el punto de vista de los estratos socio-económicos, según el CNTV se cubren todos los segmentos (del ABC1 al E), con atribución de pesos poblacionales según el Censo. Sin embargo, si se observan detenidamente los documentos de trabajo del CNTV, me parece que las encuestas cara a cara se aplican en hogares desde el C1 hasta el E, y no se ingresa a los segmentos A ni B; esa elite, como sabemos, además de muy pequeña, es muy hermética, aun para el CNTV-

Todo lo anterior, ha convertido a esta encuesta en una cartografía de la audiencia chilena muy útil y seria, no sólo por su permanencia en el tiempo (lo que ya le otorga un carácter diacrónico interesante), también porque siempre se aplica cara a cara en los hogares de los chilenos, a diferencia de tantas encuestas telefónicas que abundan en el país y cuya seriedad a menudo se ha cuestionado. Asimismo, es pública, siempre accesible a través de Internet, lo que para los investigadores, estudiantes o profesionales de la comunicación es invaluable, de hecho, casi no hay tesis de grado o postgrado que no acuda a esta encuesta si su objeto de estudio es la televisión chilena.

En realidad, esta encuesta podría también llamarse “Encuesta Nacional de la Audiencia”, porque strictu sensu, de lo que más nos informan estos estudios trianuales es acerca de la audiencia chilena y de su relación con la televisión, e incluso con otros medios como la prensa y la radio. De hecho, la ENTV 2011 muestra que la incorporación de otros medios a la vida de los chilenos y chilenas es un hecho creciente e imparable. Igualmente nos informa que el 63.3% de los encuestados señala tener conexión a Internet en sus hogares, es una cifra altísima para América Latina y superior a las conocidas hasta ahora que suelen situar nuestra conectividad poco más arriba del 50%; destaca que en el segmento E, el 30.4% dice contar con una conexión hogareña, y el 50% del estrato D.

Siguiendo la información de la ENTV 2011, podemos hablar, en términos generales, de un “hogar mediatizado” en Chile, pues en todos ellos hay televisores y celulares, el 63% cuenta con TV cable al igual que Internet, en el 72.8% hay al menos un computador y el 67% tiene reproductor de DVD.

Hay datos que son densos en un sentido longitudinal, en tanto se repiten desde 1993, por ejemplo, el alto consumo diario de televisión de los chilenos, el aumento de aparatos en los hogares, la disposición de éstos (en el living el 85% y en el dormitorio el 83%); el hecho de que los informativos son, en general, mejor evaluados que otros géneros y los programas que más se ven en familia, asimismo la constante y reiterada demanda de más cultura por parte de la audiencia. También queda claro que lo que más hacen los chilenos cuando ven tele es comer y que, en comparación con otros medios, la tv es el más usado por nuestros compatriotas tanto para entretenerse como para informarse acerca de lo que ocurre en su localidad, en el país y en el mundo (lo que inmediatamente nos hace pensar acerca de cuánto y cómo informan los noticiarios acerca de lo que sucede en las localidades, el país y en el resto del mundo).

La puesta en relación de algunos datos es interesante y, a ratos un desafío interpretativo. Por ejemplo, hay una aparente paradoja cuando vemos que, por un lado, existe un alto consumo de televisión abierta y, por otro, que la evaluación general que los chilenos y chilenas hacen de ésta no es buena: en promedio y en una escala del 1 al 7, se le pone un 4.8, es una nota deficiente que, además, viene en picada desde 2002. No es fácil aclarar este punto, ¿por qué se ve mucho algo que no es bien evaluado? Podríamos arriesgar una respuesta considerando los siguientes datos: cuando se interroga a las personas por las razones por las que se encuentran satisfechas con la televisión abierta, en un primer lugar (50%), se señala que por los programas entretenidos y sólo en un segundo, a bastante distancia, por los programas informativos (36.2%). Si sumamos a esos datos el hecho de que el 40.3% de los encuestados afirma que usa la televisión como un medio de evasión, en tanto, les sirve, sobre todo, “para olvidar los problemas” (en el estrato E, esta cifra llega al 46.1%), podemos ver que para muchos la televisión es, antes que nada, una herramienta de evasión, y que, a su vez, siguiendo los datos, las demás promesas tradicionales de ésta (información, educación, etc.), no parecen cumplirse. La audiencia lo sabe y usa la televisión como medio de distracción.

Asoma de este modo, entre medio del mar de datos de la ENTV 2011 un receptor que demuestra tener “preparación medial”, es decir, un televidente que sabe qué esperar y qué no de la pantalla, qu la pantalla y que la audfe la audfiencia pide que se refleje tambi integré pedirle y qué no, tanto a la abierta como a la paga. Es así que mientras la primera, como decíamos, recibe una nota de 4.8 promedio, el cable obtiene un 5.7 promedio y un 6.0 entre los jóvenes (de 16 a 24 años). Claro, la tv abierta es mucho más unidireccional, ofrece un menú fijo (los estadounidenses dicen que “its something that is done to us”), mientras que el cable permite más elección a la carta.

Y parece ser que esa posibilidad de incidir de algún modo sobre el contenido y la oferta programática es lo que el receptor chileno/a, con clara preparación medial, quiere y exige cada vez más. Destaca en ese sentido que el 40 por ciento de las personas le pide más “denuncia ciudadana” a los noticiarios chilenos y el 64% exige más cobertura sobre temas medioambientales. Porque, claro, no podemos aislar la ENTV y la televisión, en general, de su contexto social y político, en ese sentido, lo que nuestro país está viviendo acelerada e intensamente desde el 2011, es la aparición cada vez más fuerte de movimientos ciudadanos que, cansados de los abusos que el sistema les infringe, denuncian, se defienden y pasan a la acción. Es decir, hay cada vez más “denuncia ciudadana” fuera de la pantalla y que la audiencia pide que se reflejen también en la televisión. A su vez, el tema medioambiental se ha convertido en un tópico cada vez más extendido como campo de interés y de preocupación ciudadana, Hidroaysén, Freirina, Punta de Choros, Pascua-Lama, son sólo algunos de los ejemplos más recientes y conocidos que han preocupado y, a menudo, indignado a la ciudadanía. A su vez, es interesante constatar que dicho conocimiento del medio televisivo es intenso, y llega a la especificidad del conocimiento del género. Es así como el 56% de las personas señalan que uno de los problemas de los noticiarios es que “dedican mucho tiempo a cosas que no son noticias propiamente tal”. Justamente se trata de uno de los asuntos que parte de la academia ha venido denunciando desde la década de los ’90, es lo que se ha conceptualizado, por ejemplo, como info-entretención, farandulización de las noticias, noticias soft,  apoliticismo del género informativo, etc.

En ese sentido, podemos pensar que lo que hoy el receptor está exigiendo es que la dinámica y la temperatura social y política que está viviendo nuestro país se refleje también en la pantalla chica. Es importante que ello ocurra para evitar un descrédito de la comunicación televisiva y un “desenganche” de la audiencia que se constata en otros países, en beneficio de Internet, por ejemplo. Al respecto, y por primera vez, la ENTV da indicios acerca de ello en Chile. Efectivamente, casi un quinto de los encuestados dice ver menos noticias hoy que el 2010.

Estamos así ante un receptor cualitativamente distinto del que anteriores ENTV mostraban, más consciente del contenido que se le ofrece, habitante de hogares fuertemente mediatizados, pero con una aproximación y una vivencia desmediatizada de la realidad social del país. En ese sentido, a la representación mediatizada de la realidad por la que tanto apostó y en la que tanto creyó la elite en los ’90 y en la primera década del 2000, y a la que se sigue apostando cuando se señala que los medios tienen efectos poderosos sobre los sujetos, se opone hoy, en una tensión dialéctica, la vivencia empírica de lo real, o sea, vemos en los datos la experiencia directa de lo cotidiano imponiéndose a la mediatización de la realidad, en un contexto teñido por la injusticia y la desigualdad social que muchos viven, a la par del privilegio abundante del que disfrutan unos pocos en Chile.

La fuerza de la conciencia de esa experiencia cotidiana (por encima de la mediatizada) queda, por ejemplo, ilustrada cuando, consultadas acerca de la “influencia de la televisión”, las personas señalan que los que más pueden influir sobre la televisión son, en primer lugar (con un 71%), las empresas auspiciadoras y, en segundo (con 63%) los empresarios. Es decir, la audiencia lo tiene clarísimo, quien manda en la tv es el poder económico. El Gobierno, en tanto, es ubicado en un cuarto lugar con un 50%. Sin embargo, el gráfico en cuestión muestra que éstas son opiniones y posturas no pasivas ni sumisas, ya que a “la ciudadanía” se le asigna un 23% de posibilidades para influir sobre la televisión y a los “trabajadores y sectores populares” un 14%, sumados, tenemos un 37%. Es decir, hay también claridad de que la audiencia tiene capacidad potencial de incidir y no todo tiene una lógica de arriba hacia abajo (al estilo que nos tenía acostumbrada la” política de los consensos” del ’90). Se trata, a mi parecer, de puntos en la encuesta que nos permiten reflexiones acerca de los grupos de poder en Chile, es decir, hay aquí datos no sólo comunicacionales, sino también sociológicos que nos posibilitan realizar ciertas inferencias acerca de cómo la audiencia chilena percibe el poder.

En esa misma lógica, destacan las respuesta respecto de qué actores tienen mayores capacidades para “mejorar la televisión”; los encuestados le otorgan un escuálido ¡2 por ciento! a los propios canales para hacer mejoras y sólo un 26% al Estado, sin embargo, los televidentes le asignan al mismo televidente un 19% y a los movimientos ciudadanos un 11%, si sumamos ambos llegamos a un 39% y vemos que hay más esperanzas puestas en los ciudadanos que en los propios canales o en el Estado para mejorar la calidad de la pantalla chica.

Regulación de la televisión

Finalmente, vale la pena destacar y detenerse en aquellos puntos de la ENTV 2011 que nos dan información en torno a la opinión que tienen los televidentes chilenos acerca de la regulación que debiera existir (o no existir) sobre la televisión. Este uno de los que más me llamó la atención.

El tema de la regulación (o desregulación) por supuesto que no es inocuo, está a veces de manera explícita otras -las más- de modo implícito en el centro del debate político en torno al modelo de sociedad que se defiende. Qué, cómo y cuánto regular es un asunto profundamente político y sujeto a posiciones ideológicas densas, aun cuando a menudo se lo quiera presentar (cínicamente) como una cuestión eminentemente técnica.

Y si hasta hoy la postura hegemónica que el discurso de la televisión (y de los medios, en general) nos ofrecen parece favorecer las medidas desreguladoras, los televidentes – tal como lo demuestra la ENTV- tienen una opinión distinta a esos discursos dominantes que circulan pública y masivamente a través de los medios. El 73.5% quiere regulación sobre la televisión, 38.3% de ellos quiere una “regulación estricta”  sobre contenidos y horarios y 35.2 una regulación relativa; sólo un 4.9% no quiere ningún tipo de regulación. Estos partidarios de “ningún tipo de regulación” han ido disminuyendo con el tiempo: si en 2002 eran el 7.2%, el 2005 habían bajado al 5.8%, y hoy, como señalamos, son menos del 5%. De hecho, ese escaso 2% de confianza mencionado antes que los encuestados le otorgan a los propios canales para hacer mejoras, nos habla de la pérdida total de credibilidad en la “autorregulación de la industria”, dogma defendido ampliamente por sectores corporativos.

Es muy probable que eso también refleje y nos permita ciertas inferencias extra-comunicacionales en relación con este tópico de la (des)regulación y sus consecuencias directas en la vida de las personas. Ello porque los chilenos y chilenas hemos sido testigos de esta cuestión de manera dramática y extrema con casos como La Polar, la colusión de las farmacias, la industria avícola, las Isapres, las AFP’s, las universidades privadas, etc.

En ese sentido, podríamos decir que pedir más regulación para la industria tal como la ENTV 2011 nos informa que hacen los chilenos/chilenas, es hoy un asunto de sentido común que, además, va en sintonía con una tendencia sudamericana contemporánea que podemos observar en países como Uruguay, Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia y Argentina, y que cuenta con amplísimo apoyo popular es esos países. En todos ellos han ocurrido en los últimos años discusiones legislativas y ciudadanas riquísimas, masivas e intensas en torno al papel de los medios en la sociedad, realizándose revisiones y modificaciones de las antiguas leyes de medios (radio y tv), aprobadas casi todas ellas, igual que la chilena (1982), durante los gobiernos dictatoriales. Estos nuevos marcos regulatorios para radio y televisión en nuestro continente, además de tener un carácter antimonopólico, consideran la posibilidad de que los ciudadanos cuenten con instancias de incidencia directa en el contenido de los medios. Por ejemplo, la nueva Ley de Medios de Argentina, otorga licencias de 10 años tanto para radio como para tv, con prórroga por otros 10. La aprobación de dicha prórroga no es automática, los medios que la soliciten deberán pasar por la autoridad de aplicación correspondiente y también deben someterse a una “audiencia pública”. La realización de dichas audiencias públicas para evaluar la prórroga de la concesión de un canal o de una radio, ya sea comercial o comunitario, se inspira en la legislaciónmicas con lo comunicacionaln ycen relaciones din 2011, indican que, al igual que nido de los medios del mundo… canadiense y participan de ella  ciudadanos, miembros de los medios y del estado.

Palabras finales

Como vemos, discutir la televisión es discutir parte de nuestra sociedad, y analizar el vínculo entre televidentes y los medios, es un modo de analizar la relación más amplia entre comunidad y comunicación de un país. Por lo mismo, la televisión debe saber adaptarse, no sólo a los cambios y avances tecnológicos, sino también a los cambios sociales y culturales que ocurren en el contexto en el cual viven las audiencias pues éstas cambian, maduran y establecen relaciones dinámicas con lo comunicacional.

Pedro Santander M.

Escuela de Periodismo

PUCV



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