Novelas turcas en Chile

Por

mil1

Por Toby Miller
Phd, experto en Industrias Culturales.
Profesor visitante de la Escuela de Periodismo
Artículo traducido por Katia Mardones

Ahora que me muevo entre puestos académicos de medio tiempo en tres países, soy un afortunado, un necesitado y lo suficientemente nerd para buscar, aceptar o aprovechar las oportunidades a corto plazo. Esta semana estoy de visita en el Advanced Cultural Studies Institute of Sweden [Instituto de Estudios Culturales Avanzados de Suecia] en Norrköping. La semana pasada hice lo mismo en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, en Chile.

Aparte de ir ganando millas de “contaminador frecuente” con el objetivo de dar charlas sobre, entre otras cosas, ecología, las dos visitas me dieron la oportunidad, de cierto modo improbable, de aprender un poco sobre las telenovelas  turcas, cuando un correo electrónico enviado a San Bernardino para pedir información se hermanó con una extravagante búsqueda ecológica en línea.

Esto se debe a que colegas en Santiago, Valparaíso y Viña del Mar me hablaron del enorme impacto de las telenovelas turcas están teniendo en estos lugares,  un enorme empujón  para el canal de televisión local Mega, al punto de que el cambió en los ratings fue tan severo que puso en peligro el futuro de las otras estaciones televisivas. Este desarrollo revirtió la antigua tendencia de Turquía de importar novelas latinoamericanas —un contraflujo cultural de sur a sur.

El primer evento al que asistí la semana pasada en Norrköping contó con la participación del filósofo Ferda Keskin. Me contó sobre la controversia en torno a uno de estos programas dentro de la política turca. Contacté a la profesora de comunicación Ece Algan de la Universidad de California para obtener más detalles, después de haber leído la brillante publicación que hizo en su blog respecto al tema.

Desde el año 2008, las telenovelas turcas se han vuelto muy populares en todo el norte de África, los Balcanes y en el mundo árabe. Las cifras gubernamentales se jactaban de que las exportaciones de telenovelas habían doblado su valor durante el 2012 a 130 millones de dólares, un periodo en el que el crecimiento económico en general  estaba estancado. En algunos casos, el precio de exportación por episodio aumentó de US$4000 a US$15000, dependiendo de la serie y el área. Una agradable externalidad  que también  ha estimulado el  turismo y el negocio de la moda.  Se ha generado un enorme  aumento en el número de visitantes  provenientes de Israel, Yemen, Arabia Saudita y Qatar, junto con la fascinación de los consumidores por los tupés turcos para hombres.  Incluso han aparecido telenovelas  turcas en la televisión sueca.

El documental  Kismet, del 2014, cubre el impacto de estas novelas respecto a la forma en que liberan a los espectadores a compartir  frustraciones románticas, sociales y legales con los demás y toman el poder sobre sus vidas.   La cineasta Nina María Paschalidou revela que las guionistas, en su mayoría mujeres, encantan a las mujeres de todo el mundo árabe que deben  hacer  frente a la violencia sexual. Las telenovelas ofrecen actores masculinos para la exhibición y el placer, que resultan ser más glamorosos  y menos viles que aquellos hombres a las que estas mujeres generalmente se enfrentan (algo que, por supuesto, es una verdad a nivel mundial).

Estoy especialmente interesado en Muhteșem Yüzyil  (Suleimán el Magnífico o El Siglo Magnifico),  una telenovela que estuvo en pantalla entre el 2011 y el 2014. Fue transmitida a más de 200 millones de espectadores durante el 2012 y fue vendida a Mega, de Chile, en cerca de US$2000 por episodio,  con un significativo costo adicional debido al recargo por doblaje de los traductores de turco a español.

La National Public Radio [Radio Pública Nacional]  de Estados Unidos llamó a Muhteșem Yüzyil “romanticona” (una novela de baja calidad literaria, romántica y entretenida que involucra escenas de violencia y sexo). El gobierno turco criticó el programa por mostrar al “exitoso sultán expansionista otomano Suleimán como un líder que nunca deja el palacio o a su harén (la familia del sultán, concubinas e hijos)”.  El primer ministro Recep Tayyip Erdogan denunció tanto al director de la serie como al dueño del canal que la transmitía. Exigió una ley que prohibiera la “humillación de figuras históricas o la perversión de hechos reales”.  Turkish Airlines [Aerolínea Nacional de Turquía] respondió quitando el programa de sus opciones de entretenimiento en vuelo, por lo que la empresa equivalente,  Emirates [Aerolíneas de los Emiratos] inmediatamente compró doce episodios para sus viajeros, su primera compra de material turco.

Los funcionarios locales no fueron los únicos espectadores indignados.  El Ministro de la Sociedad de la Información de Macedonia, Ivo Ivanoski, reflexionó que “permanecer bajo la servidumbre turca por 500 años había sido suficiente”.  Clérigos saudíes promulgaron una fetua ordenando la ejecución de aquellos responsables de una serie  que, a su juicio, representaba el  libertinaje y promovía el divorcio entre las audiencias.  En Grecia, el sentimiento anti-turco se vio demostrado en manifestaciones afuera del canal que la transmitía. Algunas mujeres turcas tampoco estaban tan interesadas en el empoderamiento sexual del género femenino; pidieron la deportación de Wilma Elles, la actriz alemana que interpretaba a la mujer seductora en Öyle Bir Geçer Zaman Ki  (“Tormenta de pasiones”).

Como ya se habla de un “Hollywood en el Bósforo”, financiado por  Los Ángeles, una parte de este proyecto se sustentará  en el enorme boom  de popularidad han tenido estas series en la cordillera y en los Montes Escandinavos; y tal vez en los Estados Unidos —Suleimán: El Gran Sultán comenzó a transmitirse por Mundo Fox el  verano (del hemisferio norte) pasado y ya tenía más de 1300 comentarios en su página de inicio al momento de escribirse este artículo.

Cuando nos enfrentamos, como tan a menudo lo hacemos, a un binario estricto  de reacciones a la idea de los efectos que producen los medios —y la estricta negativa que mantienen los crédulos investigadores cualitativos versus la misma negativa que sostienen los crédulos investigadores cuantitativos —es más interesante y valioso observar las formas actuales en que las audiencias, desde  Primeros Ministros hasta cineastas, desde mujeres sauditas hasta manifestantes griegos, reaccionan a lo que ven.  Hacer un seguimiento de la vida material de un programa tal como Muhteșem Yüzyil es parte de lo que los estudios televisivos necesitan hacer.

 



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