Informe GAM N° 24: ¡Partieron!

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Las campañas municipales que comenzaron marcan un nuevo hito en la dinámica política nacional. Recordando las desarrolladas con el retorno a la democracia en 1990 y las del 2004, cuando hubo un interludio de 30 meses sin sufragios y se hicieron más visibles los cambios de eje al interior de las coaliciones, estos comicios también concitan un interés. Se estrena el voto voluntario y la inscripción automática.

Sabemos que en política hacer apuestas a futuro no suele ser un ejercicio muy riguroso o que tenga mucha utilidad. Sobre todo con un escenario que continúa exhibiendo una volatilidad manifiesta y una velocidad impuesta por la agenda mediática y su acelerada respuesta en la opinión pública.

Sin embargo, hay una serie de aspectos a tener en consideración que pueden marcar diferencias en comunas donde el proceso está más cerrado y actualmente se define voto a voto, como Valparaíso, Santiago o Providencia. Las siguientes situaciones, entre muchas otras, pueden determinar las estrategias de aquellos que están buscando el triunfo electoral el 28 de octubre.

En la mayoría de las comunas, incluso donde se observa una contienda reñida, el porcentaje de indecisos es elevado. Así lo están mostrando una serie de encuestas elaboradas por diversas entidades y las que están costeando los mismos candidatos, lo que hace que los resultados a nivel de alcaldes y concejales sean inciertos dentro de los parámetros ya conocidos del binominal. Los últimos días de campaña y las actividades que efectúen los postulantes en ese periodo serán claves.

No obstante, con la cantidad de listas inscritas (9) corren con cierta ventaja por estos días los postulantes que ya tienen un posicionamiento o reconocimiento público, dado por los medios locales y, sobre todo, por la historia personal del candidato con su comuna. Un grupo no menor de ciudadanos no conocen la oferta electoral y tampoco harán mucho esfuerzo por revertir esa condición. En este sentido, la cercanía más que la publicidad es fundamental. Lugares públicos atestados de propaganda están provocando aun más impotencia en la población, que espera proyectos o al menos un par de ideas-fuerza coherentes con lo que está sucediendo en la realidad social. El derroche publicitario es sinónimo de un gasto excesivo de recursos que no tiene relación con los éxitos electorales.

Estudios de comportamiento electoral en otros países indican que aquellos que han votado regularmente en instancias voluntarias, lo continúan haciendo. Es muy probable que nuestros electores tradicionales asistan a votar (adultos y adultos mayores) pues forma parte de su rito, de sus vivencias políticas y de una responsabilidad asumida con la construcción de mundos posibles. La incertidumbre se vislumbra en los jóvenes y adultos-jóvenes. A ellos, los candidatos no sólo deben convencerlos de ser una buena alternativa, sino hay que persuadirlos para que se trasladen a votar. Esto será lo más complejo, debido al rechazo político, la frustración existente con el binominal y la desilusión que concitan los relatos que emanan del poder. Junto con ello, no se debe olvidar que en Chile el costo del transporte es una preocupación para los grupos familiares más desprotegidos.

Lo anterior obligará a las campañas a dar un giro intenso y pueden surgir planos positivos, como la creatividad comunicacional que obligará a la diferenciación y a la búsqueda del contacto con los ciudadanos a través de todas las plataformas posibles, desde las que operan en un plano físico-territorial hasta aquellas que hoy ganan fuerza como son las que se sitúan en espacios propios de la digitalización y las redes sociales.

Pero también aparecerán amenazas o se intensificarán las existentes, como el clientelismo desatado que puede llegar al nivel del «acarreo masivo» a los lugares de votación o la creciente farandulización de la política que termina por dinamitar cualquier proyecto democrático.
Dr. Claudio Elórtegui Gómez
Grupo de Análisis de Medios



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