GAM N° 37: Bachelet: ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario

Por

Michelle Bachelet

Por Pedro Santander Molina, Director del Observatorio de Comunicación y Medios

Pocas dudas caben de que en política el lenguaje y su empleo asertivo juegan un rol de primer orden. En la dinámica política hay que reconocer la centralidad que tienen los procesos discursivos en la construcción de vínculos sociales, de afectos, de creencias, de lealtades. Y, en momentos de crisis, una de las maneras en que se ponen a prueba, se evalúan y consolidan los liderazgos es por aquello que los líderes dicen, tanto a seguidores como a adversarios, incluso a los indiferentes, pues en situaciones críticas todos esperan, de manera más o menos consciente, coordenadas que les permitan entender lo que ocurre en el país. Tratar de comprender la situación delicada que se vive es una conducta natural de las personas cuando sienten que dicha situación puede tener algo que ver con ellas, incluso afectarlas, aunque sea levemente.

Y qué duda cabe después de los casos Penta, Soquimich, Dávalos y Lucksic que nuestra institucionalidad atraviesa por un momento crítico o, como sostuvo el senador Andrés Zaldívar, “está en juego todo el sistema”.

¿Y qué nos dice a nosotros, simples ciudadanos, en estos días la Presidenta de la República? ¿Cuál es el discurso por el que apuesta para facilitarnos la comprensión del contexto? ¿Por cuál retórica opta para orientar a quienes la escuchan? Veamos. Consultada acerca de la agenda legislativa que prevé para hacer frente a este contexto de crisis, señaló en Cerro Castillo que se intensificará el trabajo para la creación de una nueva Constitución: “Este año vamos a partir con un proceso de participación ciudadana, pero nos parece que para una nueva Constitución necesitaremos expertos, pero lo más importante es que la ciudadanía también se pueda expresar”.

Tómese nota de esta rara joya lingüística: contiene dos “pero” que se anulan mutuamente, dejando sin sentido preciso la oración. El primer “pero” se refiere (semánticamente) al proceso de participación ciudadana. Al emplear de ese modo la conjunción, la Presidenta minimiza la importancia de la participación ciudadana y, en comparación, destaca el rol de los expertos. Sin embargo, el segundo “pero” que emplea Bachelet hace exactamente lo contrario, mitiga la importancia de los expertos y releva la de la ciudadanía. Es decir, estamos ante una oración cuyas afirmaciones se autoanulan mutuamente en un sentido semántico. Se obtiene así como resultado un anuncio sin significado. Es un raro caso de una perfecta proposición en la cual verdaderamente no se dice ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

Segundo ejemplo, dicho el mismo día y en la misma oportunidad: “Nuestros ciudadanos hoy día exigen un estándar ético mucho más elevado y yo como Presidenta me voy a hacer cargo, porque el país conoce mi conducta de vida”. El uso del adjetivo comparativo con valor aumentativo (“mucho más”) exige lingüísticamente en pos de la coherencia de la oración, y, lo que es más importante, en pos de ser comprensible, una comparación: ¿más elevado que qué?, ¿más elevado que cuánto? Si no obtenemos esas referencias, si no se compara, no podemos saber a qué nivel de estándar ético hace alusión la Presidenta, ni cuánto se debería elevar dicho estándar en Chile, cuál debería ser, etc. Ese es el desafío de usar adjetivos comparativos: demandan que se explicite aquello con lo cual se compara, de lo contrario la oración resulta semánticamente incoherente. Pero en este caso explicitar la comparación implicaría para la Presidenta ubicarse, situarse en coordenadas éticas, tanto a las que se aspira como las que se adversa, diferenciarse.  Y eso que para un líder debería resultar natural, para Bachelet parece un imposible.

Entonces, como nada de ello se explica, la Mandataria realiza algo nada fácil de lograr si se intentara hacerlo a propósito: decir varias oraciones seguidas aparentemente coherentes que, sin embargo, carecen de sentido.

Veamos, finalmente, otra oración dicha el mismo día por ella, en relación con el caso Penta. Hay que admitir que ésta, a diferencia de las anteriores, sí dice algo y permite ser comprendida: “Creo que lo que se demuestra es que las instituciones funcionan, y funcionan para todos, y eso creo que es algo que los chilenos tendrán su propia valoración de eso”. En este caso, cuando Bachelet estructura una oración inteligible podemos observar lo siguiente: la Presidenta emplea una frase que remite al pasado, específicamente a la discursividad de Ricardo Lagos y a su conocido lema “que las instituciones funcionen”. Si bien observamos sentido textual en los dichos, el sentido contextual de los mismos merecen dudas. Por un lado, porque esto de recurrir y citar doctrinas pasadas es contradictorio con lo que se dijo poco antes cuando se enfatizó el presente: “Hoy los ciudadanos exigen un estándar ético mucho más elevado”, y, por otro, porque se trata de una expresión que suele ser empleada para destacar la fortaleza de la institucionalidad, que es lo que hoy justamente está en crisis; como dice Zaldívar, asistimos hoy a la “culminación de un proceso de crisis de la confianza en las instituciones”.

Así las cosas, estas breves intervenciones de la Presidenta en momentos cruciales de la República muestran que, a ratos, ella opta por decir ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario o, cuando hay coherencia, se opta por emplear sustantivos débiles para responder a situaciones fuertes, algo propio, como dice Boaventura de Sousa Santos, del discurso neoliberal.



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