La hora de la comunicación política

marzo 30th, 2015 | Principal

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Imagen: Archivo El Mercurio

Por Claudio Elortegui

Doctor en Periodismo y Ciencias de la Comunicación

Profesor Escuela de Periodismo PUCV

El momento que vive la política chilena por estos días no es fácil. Luego de un verano que quedará en la memoria colectiva por casos que descomponen las confianzas públicas, las aristas no sólo se circunscriben a las dimensiones judiciales, estratégicas, administrativas o económicas, sino también comunicacionales.

Diversas instancias del país coinciden en que llegó el instante que el propio sistema político actúe, pues de lo contrario, las consecuencias serán graves para la institucionalidad de la nación. Pero el tipo de actuación, para el caso de la comunicación, debe comprometer una nueva forma de trabajo y relación con la ciudadanía desde la misma “artesanía” de los mensajes y, por ende, a través de la coherencia discursiva de los actores que configuran el poder, cualquiera sea su manifestación en el Chile de hoy.

Lo anterior implica un desafío mayor en la producción de la narración, en la circulación del relato y en la capacidad para que ese flujo informativo otorgue etapas reales de contención, resignificación y retroalimentación con el entorno cultural, por medio de audiencias que comprenden los códigos comunicativos y desean hacerlos suyos para continuar con el proceso. Es decir, la conexión entre los elementos del sistema debería tener los canales de salida y entrada más finos y sensibles que nunca, canalizando el malestar con formatos de recepción que aseguren una reelaboración conjunta para el diseño de nuevos pactos que otorguen mayor cercanía y horizontalidad.

La comunicación para estos tiempos de decepción puede alzarse como la gran plataforma que reconfigure las percepciones a través de nuevos espacios, una arena de exposición que va más allá del conflicto natural que mantiene la política con su naturaleza identitaria. En este ámbito, el uso intensivo del marketing político como exclusiva solución no tiene mucha cabida, pues se hace predecible, poco verosímil y satura. De hecho, una nueva imagen corporativa, el tradicional plan de medios o intensificar los puntos de prensa no sirven si el agotamiento hacia lo político es evidente como en el presente, o si los públicos no se encuentran con el menor de los ánimos para consumir política, salvo que sea un nuevo escándalo que reafirme su enojo.

Tampoco el tradicional modelo descendente de la comunicación política; es decir, aquel que establece que el punto de origen de las acciones comunicativas radica sólo en los actores políticos y se diluye hacia “abajo”, hacia una suerte de electores pasivos y pacientes, soluciona el nivel actual de credibilidad. Por lo demás, este es el modelo que todavía se emplea en las elecciones chilenas y por eso la participación que experimentamos en los últimos procesos nos invita a la reflexión. Vale la pena preguntarse si con todo lo que ha acontecido en este periodo, y con una reforma al sistema electoral incluida, las próximas campa- ñas seguirán siendo más de lo mismo. Si la respuesta es afirmativa, probablemente continuaremos profundizando la separación entre las personas y el valor de la democracia.

Las próximas formas de interacción o respuesta a lo acontecido tendrían que ser consecuentes con una nueva manera de comunicar la política, planteando un inédito pacto de intercomprensión, explicación y perdón desde adentro hacia afuera y teniendo la posibilidad de reconfigurarse desde abajo hacia arriba. En suma, la política chilena debiese ingresar a una etapa de multidireccionalidad en su recepción y contacto, en pos de una apertura que pueda ser significativa para la ciudadanía y para la recuperación de un prestigio que se pierde de manera generalizada.

Como suele ocurrir en noticias con un elevado impacto público en el comentario social, las personas terminan por generar profundas sospechas hacia todo el sistema, más aún cuando está de por medio la relación del dinero y la política. Se ha podido corroborar en las últimas encuestas de opinión que han medido los casos Penta y Caval, que existe un escaso margen de diferenciación hacia los que ejercen la actividad política y empresarial, el estereotipo comienza a simplificar o reducir la realidad y ello provoca un daño difícil de revertir.

“Cambiar la escucha”

Con un panorama como el descrito, ¿está todo perdido en la vinculación entre los ciudadanos y la política? ¿Se puede aportar en el mejoramiento de los procesos políticos desde la comunicación? Los estudios más avanzados que se están generando en diferentes puntos del planeta sobre el particular, nos llaman a “cambiar la escucha”, a preparar una comunicación para ciudadanos indiferentes, a transformar los paradigmas de las comunicaciones gubernamentales, parlamentarias, presidenciales y corporativas. En suma, la hora de la comunicación política llegó. De los actores políticos depende tomar esta opción

Publicado en: La Segunda



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