Claudio Elórtegui: “El periodismo no se puede quedar al margen de las transformaciones sociales y ciudadanas, si no se transforma en algo ornamental»

noviembre 13th, 2013 | Novedades, Principal

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En un año marcado por las elecciones presidenciales y a pocos días de que estas se lleven a cabo, conversamos con Claudio Elórtegui, académico de la Escuela de Periodismo PUCV y conductor del programa UCV-TV Noticias Edición Central, para que nos contara sobre su experiencia en el debate político de ANATEL y el rol social que cumplen estas instancias.

Además, el doctor en Periodismo y Ciencias de la Comunicación recientemente lanzó en España su libro “Populismo y comunicación: La política del malestar en el contexto latinoamericano”, por lo que también nos comentó su percepción de cómo se están desarrollando las campañas presidenciales en nuestro país.

– Dada su experiencia en años anteriores, ¿qué le parecen las críticas que surgieron en torno al formato del último debate de ANATEL?

– En la versión anterior del debate había dos candidatos y el periodista administraba el tiempo, por lo que era muy fácil planear una estrategia. Ahora fue muy diferente, con nueve candidatos cualquier formato hubiera recibido críticas. Se podría haber potenciado la interpelación entre los aspirantes a La Moneda, pero el problema es administrar los tiempos para todos. Si así hubiera sido, el programa habría terminado a las cuatro de la mañana y no hay que olvidar que éste es un programa de televisión.

En todo caso, hay que rescatar que se tomaron en cuenta a todos los candidatos y no se dejó fuera a ninguno, como se hace en otros países, lo que hubiera sido muy discriminatorio.

– ¿Qué rol cumplen los periodistas en estos tipos de debate?

– En este formato se pone al periodista con un rol muy importante porque es el encargado de generar la discusión y de hacer que el candidato se defina en ciertas temáticas. Tenemos espacios acotados y un formato con muchos actores involucrados, por lo que la responsabilidad de que el periodista interpele con buenas herramientas es alta. En general, yo creo que los seis periodistas que estuvieron en el debate lo hicieron bien. A partir del último, donde Iván Núñez y yo fuimos los tipos más duros, se ha instalado una forma de preguntar más aguda.

Hoy la gente está más empoderada de la información y se ha ido sumando un mayor descrédito hacia el mundo político, lo que obliga a los periodistas a hacer las preguntas incómodas para que no se transforme en un simulacro de rito político. Los periodistas cumplieron con su rol, al igual que en el debate de la ARCHI, pero la potencia de la televisión no la da otro medio. Estamos hablando de un peak de 55 puntos de rating, lo que es una barbaridad desde el punto de vista de la gente que te está mirando.

– ¿Contribuyen estas instancias a la valoración del rol periodístico?

– La verdad, es muy difícil decir cuál es el rol del periodismo de manera homogénea, porque existen diferentes líneas editoriales y proyectos periodísticos, pero sí contribuyen a despeinar a los departamentos de prensa frente al poder político. Estos debates ayudan al rol político que debe tener un periodista, pero no como un activista. Hoy en día, estamos sumidos en canales de televisión que están absorbidos por la dinámica comercial, entonces, estos programas de tipo político son difíciles de exhibir en Chile porque no son palpables en el ámbito comercial.

Mi impresión es que el periodismo no se puede quedar al margen de las transformaciones sociales y ciudadanas, sino se transforma en algo ornamental, lo que hace que se pierda influencia y se hace menos atractivo el financiamiento de esos proyectos. Todo está estrechamente ligado.

– ¿Aportan estos debates a la formación de la cultura cívica en la población?

– Un debate por sí mismo no sirve, tiene que ir aparejado de mayor educación cívica en los colegios, de programación en los canales que integren debates políticos sanos, de un buen tratamiento de información política en los noticieros. Lo peor que se puede hacer es achacarle toda la responsabilidad a los medios de comunicación. Por supuesto que los medios la tienen, pero también debe haber políticas públicas e interés de la ciudadanía, porque si pones contenidos políticos en televisión la gente sale despavorida, por más que se intente hacer un formato entretenido.

– Por otro lado, usted acaba de publicar un libro que lleva por nombre “Populismo y comunicación: La política del malestar en el contexto latinoamericano”, ¿cuál es la concepción de populismo que hay detrás de su trabajo?

Lo que hice fue ampliar el debate de la teoría del populismo hacia el ámbito de las comunicaciones. Lo que quiero decir es que dentro del tejido social, sobre todo en nuestros países latinoamericanos, los rasgos simbólicos de la antropología de la comunicación y de la comunicación política son de una riqueza que el populismo no puede dejar al margen. Los conceptos de exhibición del poder y construcción de redes simbólicas van nutriendo la explicación de los populismos. Pensar que el populismo es un sujeto que sale de la nada y que manipula a la gente sólo por su capacidad oratoria es erróneo. En el libro yo incorporo una variable genérica comunicacional para abrir el debate, instalando lo mediático como sustentación de la política y la desigualdad como un elemento que alimenta el populismo.

– ¿Cómo se relaciona esto con la política del malestar?

Es una política que busca manifestar con mucha claridad, mediante los grandes soportes electrónicos y comunicacionales, un sentimiento de marginación grande y de incapacidad de sentirse parte de un sistema político que ha terminado por oprimir a las personas.

Cuando hay crisis de representación política y de liderazgo e incapacidad de transmitir los elementos esperanzadores dentro de una sociedad, la política del malestar comienza a crecer con mucha fuerza. Entonces hay dos posibilidades: un líder comprende el escenario, lo hace suyo y busca las alianzas con esos grupos que están en la órbita del malestar o desde las bases del malestar van surgiendo tipos de liderazgo populistas.

Un líder populista presenta una observación de la realidad en estilo de Ernesto Laclau, vale decir, presenta una visión donde el líder concentra lo idealmente bueno frente a los otros que representan todo lo malo, la corrupción y la decadencia.

El populismo no entiende de colores medios, ni de posibilidades de alianza. Es una visión que se impone porque está inspirada en los elementos mesiánicos. En esta disociación que hace de la realidad se presentan como la única opción, que tiene todas las respuestas, lo que provoca expectativas muy altas. Se producen ilusiones de cambio de un sentido inmediatista. El problema es que cuando llega el poder, es muy difícil solucionar todo de un momento a otro.

– ¿Cómo se expresan estos procesos en Chile?

Hoy toda la política tiene rasgos populistas y eso se debe a sus nuevas condiciones mediáticas como que apelar a las emociones y privilegiar la forma. El populismo se siente muy cómodo con el márquetin electoral y en los medios de comunicación. En un debate tiene que explicar en un minuto la transformación de toda la sociedad, no se le pide mayor contenido, basta un par de frases buenas y una forma de vestir representativa para ir surgiendo.

Chile no se va a escapar del populismo. Éste ya tiene manifestaciones, y si no se mejora la situación social, la tentación populista va a ser cosa de elecciones. Yo veo que hay candidatos que coquetean con el populismo, quizás no de manera desatada, pero es bastante evidente.

Ahora, yo insisto las personas no tienen la culpa, ellas se enfrentan a condiciones todos los días que van marcando la realidad social y, por lo tanto, las personas votan dentro de la emocionalidad y la racionalidad que va reflejando lo que viven. Yo diría que hay que hacer el análisis con distancia, luego de las elecciones para ver hasta qué punto los proyectos más populistas se metieron en las elecciones.

 



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